Hace 10 años la Organización de las Naciones Unidas (ONU) designó al 8 de junio como el ‘Día Mundial de los Océanos’ para tener presente la importancia de los océanos en nuestras vidas. Sin embargo, la reciente irrupción de una ‘isla de basura’ en Puerto Colombia (Atlántico), prendió nuevamente las alarmas ¿Hasta cuando?-(Foto archivo)
En efecto, en pleno siglo XXI, cuando la tecnología avanza a un ritmo frenético, la salud de estas grandes despensas de vida está en estado crítico y con ello, está en juego la propia existencia de la humanidad.
Precisamente, al iniciar el mes en que se conmemora esta importante fecha, varios medios alertaban de la presencia de una ‘isla de basura’ en el municipio de Puerto Colombia ubicado a 13 km (Área Metropolitana) de Barranquilla.
“No seremos la cloaca de Colombia”: gobernador del Atlántico
Con las alertas encendidas, las autoridades del departamento del Atlántico en cabeza de su gobernador, Eduardo Verano De la Rosa, dispusieron de un plan de choque con el que, hasta el momento, se han recolectado más de 400 toneladas de residuos sólidos en otrora, el terminal marítimo más importante del país.
Entre los desechos encontrados se cuentan elementos de todo tipo; botellas y elementos plásticos principalmente, desechos domésticos y hasta un televisor. Se espera que esta brigada de limpieza tarde por lo menos un mes, tiempo en el que se estima, se recolecten unas 600 toneladas de basura.
Las autoridades del municipio atlanticense señalan que la gran cantidad de residuos llegó al municipio por su cercanía con la desembocadura del río Magdalena: el principal afluente del país, que atraviesa Colombia de sur a norte pasando por los principales centros urbanos en donde –tristemente– se vierten toda suerte de elementos.
Problema global y local
Pero este problema no es sólo de Colombia. Ciertamente el término ‘isla de basura’ se ha popularizado, porque actualmente se cuentan al menos cinco de estos focos de desechos flotantes en todo el mundo. Se sabe incluso que la primera ‘mancha’ que se conoció en el Pacífico, entre Hawái y California, triplicaría el tamaño de Francia.
¿Y en qué pasa en San Andrés? ¿Qué medidas continuadas y contundentes se están adelantando para evitar una situación similar, por la proximidad con centros urbanos del Caribe? ¿Y si colapsa el relleno sanitario? ¿Y si siguen los vertimientos de lixiviados al subsuelo y por ende al océano?
Porque, si la salud de los océanos sigue deteriorándose de la forma acelerada como lo hace, con los evidentes signos que se ya manifiestan con temporales climáticos mucho más severos, proliferación exagerada de sargazo en playas paradisiacas como nunca antes se había visto, entre otras señales del temible ‘cambio climático’, no es el planeta en sí mismo el que está bajo amenaza… es la especie humana la que se expone a su auto eliminación.
Los residuos sólidos que desprevenidamente arrojamos a las calles y a litorales en nuestras urbes obstruyen las vías fluviales y sistemas de alcantarillado; pero no se quedan allí, viajan miles de kilómetros a través de nuestros ríos y sin compasión llegan al mar, matando un número indeterminado de aves y otros animales marinas; atrofiando, de paso, el crecimiento de los arrecifes coralinos que protegen las zonas costeras
Vida o muerte de la biodiversidad
En otros casos aún más dramáticos, la contaminación acidifica el agua marina produciendo cambios en la estructura de la fauna y flora marina y conlleva a la muerte de los corales; acabando con el hábitat de cientos de especies de las cuales dependen poblaciones enteras para su subsistencia.
Más grave aún es, que la mayoría de estos elementos con el paso del tiempo se convierten en pequeñas partículas denominadas ‘microplásticos’, las cuales son ingeridas desde las formas más básicas de la fauna marina, escalando en cada eslabón de la cadena alimentaria de la cual dependemos nosotros de una forma u otra.
Como bien lo explica la ONU, “los océanos son el corazón de nuestro planeta; de la misma forma que los latidos del corazón, hacen que la sangre circule por todo el cuerpo; ellos conectan a las personas de todo el mundo. Regulan el clima, alimentan a millones de personas, producen oxígeno, son el hábitat de una gran variedad de seres vivos y nos proporcionan medicinas y muchos más recursos”.
Si se trata de la supervivencia de cada ser vivo; es responsabilidad entonces de cada uno poner de su parte en pro de la mitigación de la contaminación marina. Varias naciones avanzan con pasos firmes para regular la producción y consumo de plásticos de un solo uso, pero está en cada quien aportar en la reducción de décadas de utilización exagerada que se le ha dado a elementos prescindibles como los pitillos o las bolsas en el supermercado.
Porte su propia botella de agua, taza de café o bolsa de tela para realizar algunas compras; prefiera la vajilla de cerámica por encima de la desechable; recicle los productos plásticos que compre; dele nuevo usos a recipientes como baldes o botellas tipo ‘pet’; ofrézcase como voluntario para limpiar su barrio, vías o playas.
Cambie, en la medida de lo posible, algunos de sus hábitos que, si lo medita realmente es sólo eso: una costumbre que puede ser modificada, en beneficio del planeta y lo más importante: del suyo propio.