Dicen los que saben que el ‘Homo sapiens’ es capaz de producir hasta 0,3 kg diarios de basura, lo que se traduce como en dos mil millones de toneladas diarias en el mundo. El problema no es solo que produzca basura, sino que la deje por ahí. Por algo el columnista y empresario Diego Arango Osorio afirma que este es “un mundo de basura”.
Y quienes moramos en estas ínsulas (hombres y mujeres, niños y niñas, jovencitos y jovencitas, adultos y adultas, ancianos y ancianas) no somos diferentes a los demás homo sapiens sapiens de este planeta Tierra: también aportamos nuestros 0,3 kg de basura de rigor. Y que nadamos en basura lo evidencian las incontables campañas de recolección de basuras con las que celebramos cualquier día ecológico, actividad que se pierde en el tiempo y se adentra en los días por venir porque mientras haya humanos habrá basuras; y mientras ellas existan no faltará el orate que pretenda recogerlas.
En esto de las basuras a cielo abierto, o a mar abierto, para mejor decir, que nos digan los mayores desde cuándo se estuvieron lanzando a nuestro mar de los siete colores, sin miramiento ni consideración, todos los desechos que los habitantes de San Andrés produjimos y que las autoridades de la entonces Intendencia Especial orondas acarreaban.
Así se lamentaba el articulista de este medio en junio del año pasado, con ocasión de la celebración del Día Mundial del Océano y la Semana Ambiental: “En dicha zona (Horn Landing) que hace más de 50 años solía ser el punto de disposición en el océano de los desechos de la isla, a 15 metros de profundidad, hoy se encuentra un arrecife degradado, con un fondo cubierto de botellas y latas que datan de décadas atrás”.
Ese día se extrajeron 1,027 kg de basura, algo más de una tonelada. Si sumamos las toneladas anteriores y las posteriores, se confirma lo afirmado por Arango Osorio: somos una isla de basura.
En junio del año pasado el Ministro de Ambiente advirtió cómo el relleno sanitario (que es relleno pero no sanitario) llamado Magic Garden (que lo único mágico que tiene son las proezas de los bomberos evitando que haya alguna tragedia irremediable; y si ese es el jardín imaginemos cómo será el patio trasero) va camino a su clausura “porque no tiene la capacidad para poder disponer de los residuos”.
Y no es que no sepamos lo que hacemos o no haya quien lo denuncie. Si solo nos disciplináramos y atendiéramos las voces que claman por un mejor trato a esta Tierra sin la que ni siquiera seríamos, esto sería un paraíso.
Fue la UNESCO la que declaró el 17 de mayo como el Día Internacional del Reciclaje, “día pensado para que todos los seres humanos tomemos consciencia de la importancia que tiene tratar los desechos como corresponden, para no contribuir al cambio climático, y así proteger el medio ambiente”.
¿Y es que acatar las recomendaciones y practicar el sentido común implica algún grado de heroísmo o la intervención del algún poder sobrenatural?
Pues, no. Solo hace falta disciplina y querer hacerlo. Así de simple, pero de consecuencias inimaginables. Todo se reduce a poner en práctica tres verbos: Reduce (Reducir), Reuse (Reutilizar) y Recycle (Reciclar). Ahí están las tres ‘R’ Recycle (Reciclar) es rescatar elementos de lo que llamamos basura y convertirlo en un producto nuevo. El reciclaje ha de volverse un hábito, para poder conseguir un equilibrio entre lo que se produce, lo que se consume y lo que se desecha, intentando siempre generar la menor cantidad posible de basura. Reciclar vidrio, materia orgánica, llantas o plástico, son algunos ejemplos.
Gracias al Reciclaje se puede convertir la mayor cantidad de residuos en nuevos productos o materias primas, evitando así el aumento del volumen de basura, que puede tardar largo tiempo en descomponerse afectando de manera negativa el entorno en el que se produce o alcanzan sus efectos.
Por su parte, las industrias, ojalá sin imposiciones sino como cumplimiento a su corresponsabilidad en la generación de este problema, accedan a recibir los desechos de sus marcas y los dispongan en los sitios que estén destinados para ello, en el interior del país. Prohijando, de paso, no solo los espacios para el bodegaje sino incluso el oficio de reciclador, que harta falta hace.
Al cumplir nuestra parte reciclando, podremos disfrutar de un medio ambiente limpio y próspero además de sentirnos bien al saber que estamos haciendo algo maravilloso para las generaciones futuras, facilitando que nuestros hijos y nietos tengan un mundo mejor que el actual. Por eso, Recicla, Reutiliza, Reduce e inventa…
COLETILLA. El trato a la Educación en esta isla, representada en el Bolivariano y en el CEMED, es una afrenta y un ultraje a la dignidad de las personas.