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Huerta anárquica

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En la esquina de Pinky, donde está el que puede ser el semáforo más irrespetado en el hemisferio occidental, existe una pequeña huerta que sobrevive a pesar de cualquier pronóstico y del humo de los carros que se paran ‘entranconados’ al medio día.

También se nutre de los meos de borrachos y perros viejos, pasa bajo el sol inclemente todos días, chupa lluvia, besa viento y aunque parece que tiene dueño, crece un poco salvaje en el lugar más inhóspito posible.

Hay por lo menos cuatro tipos de hiervas medicinales y tres aromáticas, se ve que fueron dispuestas con cuidado, se nota la mano de uno que las huele en la mañana y les quita el mal monte de los lados. Son protegidas por un letrero que sentencia de manera implícita que tienen dueño y que él y solo en las merece: “siembra y cosecharas”, dice, o algo así; en todo caso evacua de inmediato la idea de que le pertenecen al descuidado transeúnte que llegue a robarse el trabajo de quien bien las ha arreglado.

Las plantas dispuestas, unas en materas improvisadas, y otras arrebatando la poca tierra que se sacuden los zapatos en el andén, hablan de la necesidad de plantarse de quien finja como cultivador, de los escases de la tierra para quienes son nuevos en el paisaje, de sus recuerdos de niño, probablemente aromatizados por hiervas de otra huerta, en otro patio, de otro modo.

Sin proponérselo, las matas, su letrero y su dueño ausente, nos cuentan la historia del recién llegado, alguno que puede ser un hombre o una mujer mayor, que a fuerza de mezclar sus pobrezas con las pobrezas del que estaba antes, aprendió para qué sirve el tree-a-life y el mint-tea.

La historia de uno que desprovisto de la posesión, conserva un requiso de sus ancestros y su relación con la tierra, entiende la necesidad de hacerse a un espacio, que además cerca y delimita con pasión en un cartel escrito con buena ortografía, sobre un tablón encontrado entre lo que otro desecha.

Las hojas, la tierra robada al viento, el semáforo, el cartel, son evidencias de una urbe que se puebla de maneras anárquicas y en una esquina cualquiera, tiene una historia aromatizada con albahaca o basly, dos nombres diferentes para una misma realidad, como una huerta sobre un andén.

Última actualización ( Domingo, 18 de Noviembre de 2018 05:51 )  

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