Las protestas raizales contra el nombramiento del comandante militar como Gobernador (e) por este tiempo de transición –mientras que se presenta una terna oficial y de la que el Presidente escogerá en propiedad–, esconden muchas realidades políticas, sociales e históricas, que poco a poco van saltando a la superficie.
La corrupción ha negado abiertamente un mejor futuro a los isleños y es claro que se debe erradicar este cáncer y también ese carrusel que funciona en la Gobernación que permite que se repitan una y otra vez las irregularidades. Eso es lo que importa, por encima de todo, incluyendo también a las autoridades judiciales y de control, eslabones esenciales en el círcuito de acciones necesarias.
Así las cosas, no sorprende la severa crítica que se formula en el sentido de que muchos políticos, líderes y autoridades nada hicieron mientras se cometían las irregularidades que tienen a muchos pesos pesados tras las rejas. Es por esto el significativo respaldo a que alguien sin nexos políticos, partidistas o personales llegue para limpiar a la Gobernación.
Es entendible también que por los registros históricos haya malestar en que el estamento militar maneje asuntos civiles. En el caso de las islas por el rol como portaestandarte de una política de soberanía muy dura contra la comunidad raizal desde los sesentas hasta principios de los ochentas. Se agregan incidentes de atropellos que nunca fueron esclarecidos ni compensados adecuadamente.
Pero el encargo es de transición, una persona imparcial, respetada y capaz está al frente –y no la institución militar en su conjunto– conlleva una labor de respaldo si hay fallas institucionales; y vaya que hay muchas. Esa labor es más relevante ahora porque la Gobernación está casi paralizada, en caos y sin capacidad de hacer mucho desde hace seis meses o antes porque es evidente que se descuidaron muchas cosas importantes.
Pero al enfocarse en la cuestión militar la protesta ignora muchas cosas y no ofrece argumentos para atender asuntos urgentes como salud y la increíble ola de corrupción e inseguridad, cuya solución no reside exclusivamente en manos de raizales, sino en una mano dura y un conjunto de instituciones, acciones, mecanismos y procesos legales.
¿Ser o no ser raizal?
Para atender el muy complicado panorama local no se necesita al más raizal de los raizales o el más isleño de los isleños, sino al más efectivo, honesto e imparcial con capacidad de liderazgo y gerencia, que esté por encima de cuestiones políticas y que su único compromiso sea con las islas, no con partido, político o financiador de campaña alguno.
No sorprende entonces que los encarcelamientos, el nombramiento y las protestas hayan llevado a muchos a reflexionar sobre varias cosas en relación a la clase política que ha manejado las islas y a líderes raizales que han tratado sin mucho éxito de lograr cosas para la comunidad raizal.
El mayor énfasis en escrutinio de acciones de nuestros líderes se desprende del simple hecho de que los isleños seguimos la tendencia mundial de una participación democrática más directa e instantánea, facilitada por los medios sociales. Este mayor interés ciudadano no deja nada al azar, y no confía en todo lo que se le dice, prefiere formar su propia opinión y ha perdido el miedo a opinar.
Además de la atención a los políticos y funcionarios, ha enfocado poderosamente sus lentes en las acciones y omisiones de la reivindicación raizal, que ha sufrido un desafortunado revés, pero es imperativo que esté viva, fuerte y libre de cuestionamientos porque es importantísima su función de representar e impulsar el desafío raizal en una pelea constante por sobrevivir.
En particular, se observa que la protesta del nombramiento priorizó la cuestión raizal con argumentos de prerrogativas étnicas no válidos en la presente coyuntura, por encima del objetivo urgente de controlar la corrupción.
Se pone énfasis en las contradicciones argumentales y la manera selectiva con que se levanta la bandera de la lucha raizal. Ronald Housni no es raizal ni isleño pero era Gobernador elegido en un territorio raizal y nunca se protestó contra su estancia en el Coral Palace. Tampoco se protestó en contra de los millones gastados y los sueños raizales perdidos depositados en un Estatuto que por ahora está archivado.
Muchos quisieran que la energía, entusiasmo y el compromiso con que se manifestó se usara para protestar por irregularidades e injusticias en otros frentes como salud, suministro muy deficiente de agua pero, eso sí, un incesante aumento de las tarifas del preciado líquido cortesía de Veolia, la anterior Proactiva.
Los cuestionamientos debilitan los argumentos a favor de la reivindicación raizal. No es adecuado usar el nombre de todo un pueblo para protestar contra algo que puede llegar a favorecer las islas. Es además contraproducente porque genera cuestionamientos sobre qué habría detrás de cada acción.
Los interlocutores raizales corren el riesgo de perder su posición clave de intermediarios importantes y no deberían arriesgar o gastar su capital político y autoridad moral en tratar de defender lo indefendible.
Otro aspecto que ha saltado a la vista es la preocupación de muchos raizales de que lo acontecido fortalecería la opinión de que somos corruptos, incompetentes e incapaces de manejar nuestras propias islas. Esto dista mucho de la verdad y una cosa es la corrupción rampante practicada por pocos y otra la honestidad de la gran mayoría y la capacidad profesional de los raizales.
Al considerarnos víctimas estamos escondiendo una terrible realidad y también negando nuestras capacidades. No debemos seguir culpando a otros por nuestros problemas. Debemos mirar nuestras fallas por nuestras acciones u omisiones. En muchos aspectos, somos víctimas de nosotros mismos, de nuestros políticos y líderes, y de nadie más.
* Este artículo obedece a la opinión del columnista. EL ISLEÑO no responde por los puntos de vista que allí se expresen.