Dicen los expertos que el cóctel del ‘Coco Loco’ no es el coco más aprovechable comercial e industrialmente. El coco chino, el que no tiene agua y del que no se produce aceite, el que no sirve para el rondón, fue vetado de los bares para siempre, le quitaron su cereza, el horrendo pitillo de plástico, y la sombrillita. Adiós a las selfies, y a los retratos de Coco Locos en la arena con el mar de fondo. ¿Servirá para algo esta descocada?
Una ordenanza de la Asamblea Departamental prohibió el uso de cocos para servir el distintivo coctel, y en general para cualquier uso que desaproveche el máximo posible del recurso. A mí también se me había ocurrido alguna vez que era el colmo, no solamente que se usara el coco para un fin tan banal, sino que se acompañara siempre de esos pitillos cortados a la mitad que uno luego encuentra como un trazo detestable del consumismo entre la arena. Me aterra pensar en las miles de especies marinas y costeras amenazadas por un capricho como ese.
Es verdad que servir cocteles entre cocos es por estos días poco sustentable. Sí, es un envase biodegradable, pero la baja oferta del recurso hace que ese estilo sea inviable, sobre todo si uno piensa que ese coco es un bien subutilizado. Pero al parecer, no lo es. Y esto es interesante, porque no se puede hablar de letargo por parte del legislador, sino de algo que de nuevo se hace recurrente: la falta de rigurosidad para identificar la raíz de un problema público.
Es así como se formulan políticas públicas que no sirven para nada, que acaban externalidades negativas, provocando vicios peores. Es decir: ¿la alternativa serán los vasos plásticos? ¡Válgame Dios! Bueno, digamos que los responsables venderán cocteles en vasos de papel o de cartón reciclado, o de materiales biodegradables, o en envases retornables reutilizables. Ajá.
En ese caso, el problema no es el aprovechamiento de una especie que de todas formas nunca ha sido la protagonista de la plantación y la industria del coco. La ordenanza pretende resolver un problema de oferta, sin dirigirse a la oferta, sino al uso disponible de un bien escaso. Plantea, claro, que con la plata de las multas que se le pongan a los infractores, se invierta en la tecnificación de la producción.
No sabría cómo hacer una proyección del recaudo a partir de una multa y no de un impuesto que asuma el consumidor en el precio si quiere su coctel en el bendito coco.
Tampoco sé cómo los funcionarios de la Secretaría de Agricultura y Pesca jugarán a policías en las playas, en busca de quioscos infractores que osen servir un coctel en un coco. En esas condiciones, es imposible determinar en cuánto tiempo se darán las condiciones para la “tecnificación de la producción”, y resulta ingenuo que los recursos destinados a semejante industria tan emblemática, económicamente viable y en auge global, se limiten a esa fuente tan improvisada.
Fue una ley aprobada en cuestión de una semana larga. Uno se imaginaría que el proyecto de ley explica las diferencias entre las especies de cocos, la oferta disponible de cada una, los usos frecuentes, el impacto específico de su uso como envase, y las prácticas comunes relacionadas a ese uso en especial.
Es decir, de dónde lo sacan, cuántos se usan de esa forma, etcétera. Porque para uno pretender destinar recursos públicos (logística, personal, tiempo) en una cosa como multar a los vendedores del ‘Coco Loco’ en las playas, porque envasan en un coco que sirve es de vaso, se necesitan razones.
En fin. Es otra de las curiosidades de la realidad insular, en la que se llevan bien los detalles con la improvisación, y no tan bien las prioridades con la planeación.
Los empresarios claman en las redes sociales, que lo que se necesita es invertir en la plantación. Un flashazo me hizo recordar los predios de la Sociedad de Activos Especiales. Había 17 predios en zona rural en proceso de ser entregados a la Gobernación Departamental –no sé si ya todos fueron entregados. Uno de esos predios, uno enorme y productivo por el sector de Velodia Road, será destinado al hipódromo.
Que me caigan todos encima: ¿se necesita otra estructura de esas, que además modifica la tradición de la carrera de caballos en una recta? ¿O será que se necesita un aprovechamiento eficiente de los recursos para poder conseguir alternativas de emprendimiento y seguridad alimentaria? Del afán sólo queda el cansancio. Peaceout.