Preocupan las declaraciones de un dirigente del sector turístico, según las cuales una de sus metas principales es atraer de nuevo visitantes de Centro América, importantes en el pasado y que se espera vuelvan a serlo ahora.
Eso quiere decir que se insiste en incrementar el número de turistas, a pesar de la evidencia creciente de problemas de capacidad de carga de las islas y de riesgos por el exceso combinado de población y visitantes.
La declaración coincide con otras del presidente, y de la ministra de Comercio, que miden en número de turistas las metas del desarrollo turístico que se espera que tenga el país en el posconflicto.
No se habla de incrementar ingresos por turismo, porque se supone que más turistas implican de por sí más ingresos. Pero esto no es forzosamente así, ni, de serlo, es deseable. Lo lógico sería buscar un equilibrio entre número de turistas, capacidad de carga e ingresos, que garantice la sostenibilidad. Dicho equilibrio resulta de una mejor organización del sector turismo, no sólo de su crecimiento, que puede resultar inadecuado para no decir patológico.
Sin embargo, crecer a toda costa parece un mal inherente a la economía, que no se ha podido desprender de la errónea interpretación que desde el primer momento se hizo del concepto de desarrollo.
El concepto de 'desarrollo', aunque tenía antecedentes, fue planteado por el presidente Truman a finales de los años 40, y se basa en un símil biológico: así como los niños deben desarrollarse para llegar a ser adultos, los países deben desarrollarse para llegar a ser 'desarrollados' (si se me permite la tautología), esto es industrializados y económicamente ricos. Algo similar aplicaría para otras entidades: el turismo debe desarrollarse, por ejemplo. La industria, la economía en general, etc.
Hasta allí el símil, aunque discutible, aguanta. El problema fue que rápidamente se concluyó que, si los niños crecen para desarrollarse, los países también tenían que crecer para desarrollarse.
Lo cual, incluso, no es del todo incorrecto, siempre y cuando al aplicar el símil biológico se recuerde que en los seres vivos el crecimiento no es cualquier tipo de crecimiento, sino un crecimiento organizado a lo largo del cual el organismo va madurando, adquiriendo características nuevas: el niño no solo crece físicamente, sino que aprende cosas, aprende a hablar, a distinguir los colores, las diferencias, los números...
Y, además, que todo tipo de crecimiento tiene un límite.
Pero los economistas se quedaron en el crecimiento, y poco han tenido en cuenta la organización, la maduración, los límites del crecimiento, el verdadero desarrollo. Y por eso insisten en crecer y crecer, sin darse cuenta que, si bien el crecimiento puede ser necesario en las primeras etapas del desarrollo, en algún momento tiene que detenerse. Y, lo que puede ser más importante, que no todo crecimiento es desarrollo. Que el desarrollo es ante todo organización, maduración.
¿Crecimiento sostenible o 'gigantismo'?
Cuando el crecimiento no se detiene conduce al 'gigantismo', un fenómeno patológico en biología (el hombre elefante, esos hombres y mujeres enormes exhibidos en circos como rarezas), pero que en economía parecería una virtud, como lo ilustra que en la crisis económica actual se auxilie a ciertas instituciones (grandes bancos), porque son demasiado grandes y su caída sería catastrófica para el sistema económico. Cuando la verdadera catástrofe es que dichas instituciones existan.
Pero además ocurre que se confunde con crecimiento lo que es una hinchazón enfermiza, una gordura patológica, un cáncer. El médico no me dice: “Profe, cómo está de desarrollado”. Me dice: “tiene sobrepeso (la manera suave de decirme gordo); tiene que adelgazar”. A alguien con cáncer dudo que le diga: “Usted tiene un maravilloso proceso de desarrollo en su hígado, que crece un millón de células por día”. Al contrario, le dice: “tiene un cáncer y le queda poco tiempo de vida”
El crecimiento de San Andrés en turismo ¿es desarrollo, es hinchazón, es gordura o es cáncer? Nunca fue desarrollo, porque nunca fue organizado. Pero podría serlo, siempre y cuando reconozcamos los errores y apliquemos los correctivos. Tampoco es un cáncer, aunque va hacia allá; de momento es una hinchazón que hay que controlar, para lo cual los intereses colectivos deben preservarse por encima de los intereses de quienes se lucran del crecimiento enfermizo.
Ya es más tarde que temprano y algunas cosas mal hechas, como el lamentable deterioro de San Andrés, una de las islas más bellas del mundo, serán difícilmente reversibles. Pero lo serán aún menos si seguimos creyendo que la gordura, la hinchazón y el cáncer, como formas de crecimiento, son también formas de desarrollo. Hay que detenerse a reflexionar y actuar en consecuencia. Los turistas centroamericanos pueden esperar.
¿Y Providencia, quo vadis?